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A ver si nos aclaramos

05.05.2021
05.05.2021
coach
Tiempo de lectura estimado: ( Palabras en total: )

Hace algún tiempo, durante un rato de ocio en un local de música en vivo, en un entorno muy alejado de la frenética actividad empresarial y de los rituales intercambios de tarjetas, tuve oportunidad de conocer y trabar conversación con uno de los clientes del bar en cuestión. He de decir que siempre tengo presente en mi cabeza la filosofía de negocio de la que presume mi gran maestro Jorge Kenigstein, que afirma –y yo lo he presenciado- que si está más de quince segundos con una persona en un ascensor  ya es capaz de hacer negocios con ella y buscar un acuerdo que beneficie a ambos.

Así que una risa cómplice provocada por el desafine de un cliente que había tomado el micrófono, y que sin duda será realmente hábil en alguna otra actividad distinta de la canción, se convirtió en la excusa perfecta para presentarme y comenzar una conversación ligera pero agradable, de esas que a veces se convierten en el germen de una colaboración o, quién sabe, de una amistad.

Lo curioso es que, al decir que soy coach profesional, mi interlocutor, un tipo simpático –y algo achispado por el alcohol-, exclamó:

– “¡Anda, igual que yo!”

– “Vaya, el mundo es un pañuelo”, le contesté.

No es que conozca diez coaches cada día, pero tampoco es inusual coincidir con alguien que ha decidido dedicarse a esta profesión. Divertido por lo casual del encuentro, pasé –como buen coach- a la fase de indagación:

– “Oye, y ¿dónde te has formado?”

La respuesta me dejó perplejo:

– “Ah, ¿pero es que hay que formarse?

Supongo que la cara que se me quedó resultó suficientemente expresiva, porque el personaje comenzó a justificarse y a dar explicaciones no solicitadas, como el que tiene que disculparse porque le han pillado metiendo la mano en la caja de las galletas. Que si su experiencia profesional, que si la gente siempre ha acudido a él en busca de consejo, que si el sentido común… ¡Y va el tío y pone en su tarjeta que es coach empresarial!

Es indudable que esta persona, paradigma de una especie que podríamos denominar “coach vocationalis non titulatus” puede hablar de muchas cosas, de música, de risas, de inversiones y a lo mejor de física cuántica, pero de coaching no tiene ni idea. Y lo peor de todo es que seguro que hay alguien, bien intencionado pero mal aconsejado, que coloca su sensibilidad o la de alguien querido en manos de alguien así.

¿Pero qué es el coaching? ¿Para qué sirve? ¿Y para qué no está recomendado?

Desde hace algunos años, momento en que comencé mi particular andadura en esta bendita profesión, muchas personas me han hecho esas mismas preguntas al terminar cada taller o al hablar de nuestras respectivas ocupaciones. A mis compañeros y colegas les sucede lo mismo, y supongo que la confusión es el resultado de tres factores: por una parte, la novedad –muchos dirán que moda- de esta disciplina; por otra, lo similar que puede parecer pero lo alejada que está de otras áreas mucho más populares, como la formación o la consultoría; y en tercer lugar, el esnobismo de tantos programas de televisión que se empeñan en llamar “coach” a cantantes, actores y, en definitiva, a cualquiera que patrocine o asesore a cualquier personaje de la farándula en el reality de turno.

La verdad es que no es fácil explicar qué es el coaching, y personalmente llevo tiempo buscando una definición que sea a la vez sencilla y completa. Confieso que aún no lo he conseguido, y sigo tirando de manual para explicarlo delante de cada cliente y de cada escéptico, y ambos me suelen mirar con la misma cara de incredulidad.

Vayamos por partes. La primera vez que escuché la palabra “coach” fue en un entorno completamente diferente de mi vida, que difícilmente podría haberme hecho suponer las implicaciones que tendría para mí, tanto profesional como personalmente, mucho tiempo después de aquello.

Fue hace más de veinticinco años, cuando mi universo giraba alrededor del karate. Dedicaba las tardes de cuatro días laborables a la semana y la mayor parte de mi tiempo libre a los tatamis, las duras sesiones de entrenamiento físico, la disciplina férrea de las artes marciales y a prepararme mentalmente para el variado repertorio de golpes que iba a repartir o me iba a llevar cada día.

Una mañana de sábado, antes de comenzar la competición que correspondiera ese fin de semana, escuché por los altavoces de la Organización una frase parecida a ésta: “…por favor, los coach acérquense a la mesa de arbitraje…”  Recuerdo que el término me pareció ridículo, y que le dije a uno de los compañeros del gimnasio cómo me fastidia que se usen palabros en otros idiomas, con lo fácil que resulta decir “entrenador”…

Para entender la confusión y lo alejado que me encontraba conceptualmente de lo que años más tarde se convertiría en mi profesión, pondré un ejemplo. La situación que voy a plantear, que es perfectamente manejable desde el coaching, muestra a la perfección los errores habituales que la gente suele cometer al definir dicha disciplina.

La situación

Imagínate que llevas trabajando establemente  en la misma empresa desde hace diez años, con los claros y oscuros de cualquier organización, y  que mañana te pusieran en la siguiente tesitura: un amigo tuyo, que acaba de abrir un negocio, te ofrece el doble de lo que estás cobrando en la actualidad para incorporarte a su proyecto. Duplicar ingresos es una poderosa razón para liarse la manta a la cabeza, pero… ¿qué hay de la incertidumbre? ¿Quizás vale más lo malo conocido…? ¿Y qué pasa con la hipoteca? ¿Y si las cosas no fueran bien y mañana mi amigo tuviera que cerrar? Hay tantos negocios que no prosperan…

Primer error: El coach no es un entrenador

Bufff, cualquiera en su sano juicio tendría un mar de dudas, ¿verdad? Así que sería muy posible que acudieras a recabar opiniones. Tu pareja, tus padres, tus amigos…  Seguro que todo el mundo querría ayudarte, algunos desde sus consejos, otros desde su experiencia, y todos ellos desde su cariño hacia ti.

Pero ¿alguien solicitaría los servicios de un entrenador? ¿Un entrenador? ¿De qué? ¿En qué deberías entrenarme para tomar una decisión así? ¿Qué tipo de entrenamiento sería?

La Real Academia de la Lengua define entrenador como “Persona que entrena”, y entrenar como “Preparar, adiestrar personas o animales, especialmente para la práctica de un deporte”. Es obvio que no necesitarías que te adiestrasen para saber si te vas o no de tu empresa actual, ¿correcto?

Segundo error: Tampoco es un profesor

Sigamos con el mismo ejemplo.

Como la mitad de tus allegados te ha dado razones de peso para quedarte donde estás y la otra mitad te ha recomendado que te vayas, no has logrado avanzar en tu decisión.

Y aunque no tengas muy claro a quién consultar, seguramente no acudirías a un curso de formación, ¿verdad? Claro, ¿quién estaría en condiciones de enseñarte qué disciplina para ayudarte? A fin de cuentas, formar es un proceso de capacitación, en el que alguien conocedor de una materia o una técnica te la traslada para hacerte más competente. Y no parece ser el caso…

Pues por ridículo que parezca, ésta es una metedura de pata muy cara e increíblemente  habitual, porque uno de los grandes errores de las empresas consiste en contratar formación para paliar o erradicar problemas relacionados con la conducta o la motivación de sus colaboradores; tantas veces he escuchado eso de: “…Iván, lo que necesitamos en esta empresa es que nos deis un curso de motivación…”

Sin palabras. ¡Un curso de motivación! Seguro que lo siguiente que me piden es un curso de felicidad… Bueno, si logro saber cómo se enseña la felicidad seguro que me forro.

Tercer error: Y tampoco es un consultor

Técnicamente, un consultor es un experto en una materia al que pago para que analice y eventualmente solucione un problema, desde sus conocimientos y la experiencia acumulados en otras situaciones anteriores. Por ser más gráficos, cuando se me estropea la lavadora llamo a un especialista para que me la arregle; no me interesa que me forme en reparar lavadoras, ni que me entrene para hacerlo; lo que quiero es que aplique sus conocimientos y su destreza en solucionar mi problema en el menor tiempo y con el menor coste posibles.

Y, continuando con el ejemplo de la oferta laboral, aunque hubiera consultores especializados en “toma de decisiones relativas al cambio de empresas actuales a negocios de amigos duplicando salarios”, en realidad no te valdría de nada, porque no hay consultores expertos en ti, en cómo tomas tú las decisiones y en cómo esas decisiones impactarían en tu propia vida. Por decirlo de otro modo, si un especialista te aconsejara que dejases tu empresa actual y migrases a la de tu amigo, y en seis meses éste se viera obligado a echar el cierre quedándote tú en la calle, ¿no tendrías toda la razón si buscases por toda la ciudad al experto asesor con un palo en la mano para darle las gracias? Yo lo haría…

¿Entonces, qué hace un coach?

Bueno, pues lo que hace un coach es acompañarte y ayudarte a reflexionar para que seas tú mismo quien toma la decisión. Tu coach es un “conversador profesional”, es alguien entrenado en hacerte preguntas incómodas para obligarte a recapacitar desde ángulos en los que no lo sueles hacer, lo que ampliará tus posibilidades de tomar la decisión correcta.

Es difícil encontrar a alguien más respetuoso que un coach profesional. El coach te escucha, no te juzga, y como cree que tú eres la persona más capacitada para resolver tu propio problema, no cometerá la osadía de aconsejarte.

Hace poco escuché esta bonita definición: “un coach es alguien que hace que apagues tu linterna, enciende la suya y alumbra los rincones en los que no habías siquiera reparado”. Por experiencia, sé que con frecuencia la solución al problema está en uno de esos rincones. El coach no te enseña a manejar la linterna, ni busca por ti. Tampoco te sugiere que busques debajo de la mesa o detrás del aparador. Se limita a acompañarte mientras tú encuentras el tesoro, provocando reflexiones, actuando de espejo tuyo, poniéndote de frente a tus contradicciones y ligándote a planes de acción concretos para que consigas tus objetivos. Así, sin anestesia, sin excusas. Reflexión, acción y compromiso.

Eso es lo que hacemos los coaches. Generamos responsabilidad y compromiso. El resto, es tu trabajo.

Iván YglesiasPalomar BermejoDirector de Desarrollo de Negocio de Atesora Group.

Ivan Yglesias-Palomar

Ivan Yglesias-Palomar

Director de Desarrollo de Negocio de Atesora Group.

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