Este artículo pretende aportar conocimiento básico acerca de lo que es la Andragogía, probablemente la teoría más desarrollada y efectiva en la educación de adultos, con la intención de que aflore en nuestra sociedad y, más concretamente en el sector organizacional, la inquietud por su conocimiento con mayor profundidad, teniendo en cuenta que el desarrollo de personas es posiblemente el factor único más importante en el éxito y sostenibilidad organizacional en las próximas décadas.
Este artículo es el primer capítulo de tres partes. El contenido de cada capítulo es el siguiente:
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Describe los orígenes de este término, muy poco conocido en España y, desgraciadamente apenas implantado en la educación adulta.
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También revisa los principios de la Pedagogía con la intención de comprender mejor las diferencias entre ambos modelos.
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Finalmente muestra cómo los principios andragógicos aplican a la práctica del mentoring, al menos como los entiende y promueve la International Mentoring School® (IMS).
¿QUÉ ES LA ANDRAGOGÍA?
Entre las muchas definiciones que existen, según situemos el énfasis en los distintos aspectos que cubre esta disciplina, elijo para este artículo una muy sencilla y amplia: Andragogía es el arte y la ciencia de ayudar al adulto a aprender.
Me detendré en el significado de tres palabras: ayudar, adulto y aprender:
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Ayudar, según el Diccionario de la RAE, significa prestar cooperación. Es decir, la responsabilidad pertenece y permanece en la persona que solicita ayuda, no en el que la presta.
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Adulto. Existen, al menos, cuatro definiciones: biológica, legal, social y psicológica. A efectos de aprendizaje la más relevante es la última, que señala que una persona se considera adulta cuando llega a adquirir el auto-concepto de hacerse responsable de su propia vida, es decir, de auto-dirigirse.
Sin duda este auto-concepto se desarrolla de forma continua y creciente desde la niñez a la adolescencia. Probablemente, muchos de nosotros, no alcanzamos esa condición hasta que no conseguimos un trabajo, nos casamos o creamos una nueva familia.
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Aprender. Es un término que algunos confunden con educación o enseñanza. Así que describiremos ambos para poder distinguirlos.
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Los adultos necesitan aprender
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El auto-concepto del adulto es el de auto-dirección, responsabilizándose de su propia vida
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La experiencia previa del adulto es un recurso crucial en su proceso de aprendizaje
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El adulto está preparado para aprender lo que necesita aprender para enfrentarse con efectividad a las situaciones de su vida real
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El aprendizaje del adulto está centrado en su vida, es decir, en sus tareas o retos
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El adulto responde a algunos motivadores externos (mejor puesto de trabajo, promoción, mayor salario, etc.) pero los motivadores más potentes son las presiones o aspiraciones internas (mayor satisfacción profesional, auto-estima, calidad de vida, etc.)
Educación es la actividad iniciada, diseñada y desarrollada por uno o varios agentes para generar cambios en el conocimiento, habilidades y actitudes de individuos, grupos o comunidades. El término coloca el énfasis en el educador o enseñante, el agente del cambio que presenta estímulos y refuerzos para el aprendizaje.
El término aprendizaje, por el contrario, sitúa el énfasis en la persona en la que tendrá lugar el cambio. Aprendizaje es, por consiguiente, el acto o proceso mediante el cual el cambio conductual, conocimiento, habilidades y actitudes son adquiridos. Me gusta esta definición sencilla de aprendizaje: el proceso de adquirir conocimiento y experiencia.
La Andragogía se nutre de principios nucleares de aprendizaje adulto, que a su vez facultan a aquellos que diseñan y conducen aprendizaje en adultos a construir procesos más efectivos, aplicables a cualquier transacción de aprendizaje adulto, desde la comunidad educativa hasta el desarrollo de recursos humanos en las organizaciones.
Los seis principios o supuestos andragógicos nucleares son:
ORÍGENES DE LA ANDRAGOGÍA
Es simultáneamente curioso y sorprendente que la raza humana haya prestado tan poca y tardía atención al desarrollo del aprendizaje de adultos si, además, tenemos en cuenta que esa preocupación viene de lejos.
La carencia histórica de investigación en este campo es sorprendente si revisamos que los grandes maestros de la antigüedad –Confucio y Lao-Tsé en China; los profetas hebreos y Jesús en los tiempos bíblicos; Aristóteles, Sócrates y Platón en la antigua Grecia; y Cicerón y Quintiliano en la antigua Roma- eran maestros de adultos, no de niños. Como sus experiencias tenían lugar con adultos desarrollaron un concepto de muy diferente del proceso de aprendizaje/enseñanza del que posteriormente dominó la educación formal.
Estos notables maestros entendieron el aprendizaje como un proceso de indagación mental, no de recepción pasiva de un contenido transmitido. Así inventaron técnicas para involucrar a los aprendientes en indagar o preguntar. Los antiguos chinos y hebreos inventaron lo que hoy denominamos el método del caso, en el que el líder describe una situación, a menudo en forma de parábola, y junto con el grupo explora sus características y posibles resoluciones. Los griegos inventaron lo que hoy denominamos el diálogo socrático, en el que el líder propone una pregunta o dilema y todos en el grupo comparten sus pensamientos y experiencias para encontrar una respuesta o solución. Los romanos eran más polémicos y utilizaban retos que forzaban a los miembros del grupo a establecer posiciones y defenderlas.
Entre los siglos VII y XII, en Europa, comienzan a organizarse escuelas monásticas y catedralicias para la enseñanza de los niños, principalmente para prepararlos en el sacerdocio. Puesto que la misión principal de los maestros era el adoctrinamiento de los estudiantes en las creencias, fe y rituales de la iglesia, fueron desarrollando un conjunto de suposiciones acerca del aprendizaje y de la estrategia para enseñar que llegó a ser denominada pedagogía, que podemos definir como el arte y la ciencia de la enseñanza de niños, y que proviene del griego “peid” que significa niño y de “agogía” que significa conducción.
Las escuelas seculares, que se organizaron en los siglos posteriores, y también las escuelas públicas, que se establecieron en el siglo XIX, adoptaron el modelo pedagógico, el único que existía. Así pues, todo el sistema educativo ha seguido el modelo pedagógico y hasta hace relativamente muy poco los adultos han sido enseñados como si fueran niños.
Este modelo de educación, que persistió a través de los siglos hasta bien entrado el XX, ha constituido la base de los sistemas educativos, en España también. Poco después de la primera guerra mundial, tanto en Europa como en Estados Unidos, un aporte creciente de nociones acerca de las características únicas de los aprendientes adultos comenzó a emerger.
“Una de las distinciones clave entre la educación convencional y la de adultos se encuentra en el propio proceso… En una clase de adultos la experiencia del estudiante cuenta tanto como el conocimiento del maestro: de hecho, en algunas de las mejores clases de adultos es difícil, en ocasiones, descubrir quien aprende más, si los estudiantes o el maestro. Este aprendizaje bidireccional se refleja también en la autoridad compartida. En la educación convencional el alumno se adapta al plan de estudios ofrecido, pero en la educación de adultos los alumnos ayudan en la transformación de ese plan.” (Gessner, 1956).
Pero no es hasta las últimas décadas del siglo pasado que esas nociones evolucionaron en un marco integrado de aprendizaje adulto.
En cuanto al origen del término Andragogía hay que remontarse a 1.833. Lo acuño Alexander Kapp, un profesor alemán de gramática. El término viajó a través de los tiempos recibiendo escasa atención hasta que Dusan Savicevic, un educador adulto yugoslavo es el primero en introducirlo en EEUU (1.967). Malcolm Knowles inmediatamente lo adopta y publica “Andragogía, no Pedagogía” (1.968).
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