“Juan, me he encontrado a directivos y directivas que coincidían con tus argumentos, y algunos otros (compartí con Juan la reflexión del párrafo anterior). Y suelo realizar un ejercicio: ¿Te animas a hacerlo?”.
Él sonrió y me dijo “Bueno, vamos a ver, espero que no sea muy difícil”.
“Tranquilo”, le dije. “No te voy a preguntar nada que tú no sepas”.
Y así fue como le pedí a Juan que recordara alguna situación en la que hubiera recibido un reconocimiento o refuerzo positivo, ya fuera cercano en el tiempo o de años atrás, pero que él destacara, y que compartiera sus sensaciones.
Juan relató un episodio que experimentó con su Director General, al que reportaba, unos años atrás. Se refirió a una conversación, de tú a tú, en la que la organización estaba pasando por momentos delicados, y el Director General estuvo conversando con él, y recuerda que dedicó mas de 5 minutos a resaltar las habilidades que Juan tenía para estar donde estaba y de los logros alcanzados y los que estaban por llegar.
Juan con un rostro de satisfacción, estaba rememorando aquel momento. Le pregunté qué veía en ese momento, qué escuchaba (las palabras del Director General), y me detuve un poco mas en la pregunta de qué le hizo sentir.
Su rostro brilló por un instante, la mirada relajada, sus mejillas algo sonrojadas, y ojos cristalinos.
Y le pedí que pusiéramos “nombre y apellidos” a esas sensaciones que estaba teniendo. Al inicio le costaba, pues el vocabulario emocional no suele ser muy amplio. Pero poco a poco, Juan manifestó “Me sentí valorado, me sentí apreciado, me sentí alguien importante; con fuerza y mas autoconfianza, y con ganas de comerme el mundo, me sentí feliz, muy contento…”
Mantuvimos ese momento de disfrute y de sensaciones positivas durante unos minutos, en silencio.
A continuación le dije que el ejercicio no había finalizado… Juan sonrió de nuevo, y me dijo “Ya me parecía a mí… era muy fácil..” (realmente había hecho lo mas difícil).
Le pregunté, cuándo había sido este episodio y me dijo que hacía tres años aproximadamente. “¿Recuerdas otras situaciones que te hubieran hecho sentir de este modo?…” Juan respondió que con este impacto, no lo recuerda.
A continuación le pregunté “¿cuándo fue la última vez que tú has reconocido algo a alguien (sea en el ámbito personal o profesional)?”. Se quedó pensativo, y respondió “Tendrías que preguntar a los que trabajan o viven conmigo” (respuesta natural para echar balones fuera).
Le pedí que hiciera memoria. Estuvimos en silencio unos minutos. Su rostro mostraba cierto desacuerdo consigo mismo, y resoplaba, hasta que dijo “Pues no sé, Noelia. Y si lo sé, queda tan lejos ya que…”. Me dijo “Ésta es la parte difícil de ejercicio, ¿verdad?”.
Con tono comprensivo, le pregunté “¿Pues?”. Y Juan confesó que se estaban olvidando de las cosas importantes, de las personas.
Puntualicé, “¿cuándo dices que se estaban olvidando,…a quienes te refieres….?.”
Juan respondió que en general toda la organización, pero en seguida se dio cuenta de que estaba poniendo el foco en otros, en los demás,…
Nos entendimos de forma inmediata, con una mirada, y le plantee si él, Juan, podía hacer algo para darle un giro a esta acción de reconocer. Juan asintió con un rostro decidido a dar el siguiente paso.
De nuestra conversación, destaqué las características que Juan había mostrado y tenía, para realizar un reconocimiento como el que había sentido con su Director.
“Juan, tienes años de experiencia en esta organización y sabes que no es fácil mantenerse. Conoces bien el negocio. Conoces a tu equipo, con sus partes valiosas y partes a mejorar. Tienes evidencias claras de qué comportamientos-acciones son susceptibles de reforzar, pues te muestras como un líder cercano, que observa, que da ejemplo y que es directo en su comunicación. (me interrumpe y dice “a veces lo de ser tan directo me ha alejado de algunos colaboradores…”) Prosigo diciendo “Bueno Juan, es importante tomar consciencia y saber cómo modular la “directa”. Aprovechemos tu forma de comunicarte, para comunicar hechos y emociones. ¿cómo lo ves?.
Juan verbalizó. “Lo veo bien. Pero a eso necesito que me ayudes”.
“¡Perfecto!”, le dije. “Para eso estoy, Juan, para acompañarte en que saques lo mejor de ti. Y me siento orgullosa del trabajo que hemos hecho hoy juntos, y te agradezco que hayas compartido tus vivencias, pues nos ha ayudado a enfocar y poner en acción los próximos pasos”.
Juan sonrió y me dijo “Acabo de sentir las emociones del episodio del Director General, ¡Gracias!”
PD: Nueve meses después Juan solicitó al área de personas un proceso de acompañamiento para uno de los mejores colaboradores que tenía en su área, y le transmitió, de manera explicita, los motivos que le habían animado a elegirle a él. Tuvo la oportunidad de destacar el esfuerzo, la confianza, la implicación en el proyecto, y que quería que disfrutara de un proceso de aprendizaje, de mirarse dentro para redescubrirse y ofrecer una mejor versión, aun si cabe, de sí mismo.
Por Noelia San Emeterio para TALENTO edición sep-oct 2016
Ilustración: Freepik